Que difícil es para la grandes empresas mirar la base de la pirámide, y eso que hay "muestras que demuestran" que a la Argentina profunda "un cliché de la época", se le ensanchan los pies.
La
Chola de Oro lo demuestra.
Puro sabor a papaya. La marca es elaborada en una fábrica de soda en Barracas, aunque su dueño es el empresario peruano Carlos Echeverría, que radicado en Buenos Aires descubrió que había una oportunidad de hacer negocios trabajando con la colonia de inmigrantes de su país. Echeverría debutó en el negocio a fines de los ‘90 como distribuidor para el mercado local de Inca Kola, la gaseosa más popular de Perú, pero con la devaluación de 2002 importar el producto desde su país le dejó de resultar un buen negocio. La solución que encontró fue crear una nueva marca: Chola de Oro, que se comercializa en los restaurantes de la comunidad peruana y en los autoservicios del conurbano con su particular color amarillo estridente (igualito a la Inca Kola).
Las gaseosas que no vas a encontrar en el Jumbo de Palermo.
Dice Carlos Perez, presidente de BBDO, en Secretos de la Pirámide (blog): Tiro una hipótesis: ¿y si con todos estos productos pasara lo que pasó con el cuartero o la cumbia? Bienes simbólicos de la clase inferior tomados por clases superiores, resignificados a partir de lo exótico, como algo atractivo?
Y yo agrego: las empresas, el mercado, los que trazan estrategia, dejan de lado el fenómeno de la multiculturalidad.
El reconocimiento y valoración de la diferencia tiene que hacerse cargo de la superación de cualquier idea de homogeneización cultural, de dominación o de superioridad de una cultura en relación a otra. Los que piensan con cabeza en forma de mercado ¿qué entenderán por esto